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Derrotar el cáncer con el Big Data

Pese a que el uso del Big Data asusta, es una herramienta poderosa para los científicos que podría significar el principio del fin de esta enfermedad.

Estamos en la era del Big Data, de los datos masivos. La actividad humana genera una cantidad de información ingente, hasta el punto de que no podemos procesarla de manera normal. De esta manera, hacen falta nuevos softwares y hardwares (y técnicos especializados que los sepan usar) para sacar los entresijos. Hoy en día los ordenadores, los teléfonos, los coches e incluso los microondas están recogiendo constantemente datos. A menudo no sabemos qué haremos con todo eso, pero lo almacenamos por si acaso algún día podemos sacarle provecho.

La biomedicina también está viviendo la fiebre del Big Data y el área más evidente es la de la genética. Al fin y al cabo, la genética trabaja precisamente con información, la que tenemos inscrita en el ADN. El lugar de este planeta donde se guardan más bits no es en los servidores de Google, sino en el genoma de los seres vivos. Ahora tenemos las herramientas para leerlos y estudiarlos (y también manipularlos, pero este es otro tema). Desde principio de siglo, hemos secuenciado todo cuanto nos caía en las manos y esto nos ha permitido dar pasos de gigante, cuyos frutos ya se empiezan a ver. 

Tras el genoma

Cuando en el 2005 empezó a circular la idea de leer el genoma del cáncer se alzaron voces críticas. El cáncer es una enfermedad de los genes: son las mutaciones en el ADN las que provocan los cambios que hacen que una célula se vuelva maligna. Tiene sentido, pues, querer saber cuáles son exactamente estos cambios, porque serán los que intentaremos tratar después con fármacos específicos. El problema es que cada tipo de cáncer acumula centenares de variaciones malignas, que se asemejarán poco a las de otros tipos. Pretender catalogar todas estas mutaciones era una tarea titánica y algunos se opusieron diciendo que no era viable económicamente. Además, agregaban que nos perderíamos en un mar de información ininteligible.

El proyecto, denominado The Cancer Genome Atlas o TCGA, salió adelante y actualmente ya se han analizado 33 cánceres. Cada uno usando entre decenas y centenares de muestras de pacientes diferentes. Recientemente, Cell publicó algunos artículos que dan cuenta de toneladas de datos generados en los primeros 13 años de investigación. 

Las conclusiones son apasionantes para quienes trabajamos en este campo. Sin embargo, tardaremos años en entender qué quieren decir exactamente y en encontrar la manera de incorporarlas en los tratamientos. A pesar de que el Big Data puede asustar, es una herramienta poderosa para los científicos. Incluso podría ser el principio del fin del cáncer. Veremos si sabemos sacarle todo el jugo.

Texto escrito por Salvador Macip para www. elperiodico.com



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